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8 de noviembre de 2002

Evaristo, el colonizador

Cuando estábamos trabajando en Porto Amboim, un día apareció Evaristo en el campamento. Oficial del ejército, se desempeñaba ahora en una oficina gubernamental, con asiento en Luanda.
Evaristo posa de "fato" impecable con celular en un lugar sin comunicaciones. En la zona no había puestos de combustibles formales.

Su deseo era que lo lleváramos a la fazenda que había reclamado.
Lo acompañaban un guardaespaldas y un camarógrafo. Quería ir a un remoto lugar sobre el rio Nhia, a unos 50 km al Norte de la carretera que unía Gabela con Quibala.

-Vamos con Pepe, Sebastián Kaka, nuestro motorista y dos más. Uno de ustedes debe quedarse. 
Se lo digo de forma terminante.
Ante la disyuntiva prefirió dejar el guardaespaldas y no perderse de filmar la aventura, el inedito acontecimiento de la toma de posesión de la fazenda de la que era flamante dueño.
Salimos a la 6 de la mañana. Estimábamos 6 a 8 horas de viaje de ida.
Fue un viaje muy lento porque Evaristo se detenía cada pocos kms.  a filmar el paisaje. Eso me desesperaba ya que con Pepe no queríamos hacer el viaje de retorno de noche en zonas inhóspitas.
Evaristo había sido sacado de su aldea siendo niño en una leva del ejército. Se había formado junto a los cubanos aprendiendo a leer y escribir. Ahora, 20 años después regresaba  a su aldea natal.
En Luanda había reclamado la propiedad de las tierras de la fazenda vecina a su aldea, obteniendo los títulos correspondientes. Regresaba ahora a la aldea con los papeles flamantes, llenos de firmas y los carimbos a los que son tan afectos los angolanos.
Durante el viaje, no se cansó de contarnos sus aventuras y sobre todo a imaginarse el recibimiento triunfal que suponía le esperaba en su aldea. Los árboles y los animales eran motivos de comentarios. Nos daba nombres de la flora y de los animales que encontrábamos, señalaba su calidad nutritiva.
Su entrada al poblado se hizo de manera espectacular. La cámara filmando a Evaristo exultante, luciendo en la mano, un celular que no tenía alcance apenas se salía de Luanda, un manojo de llaves, símbolo de posesión y  fundamentalmente el rollo de papeles que documentaban los títulos.
Evaristo se prepara arribando a la aldea a decir su discurso. Luce en la mano su titulo de propiedad de tierras. Pidió una gamuza para lustrar sus brillantes zapatos de charol
-          Es Evaristo…!!!
Los antiguos habitantes lo reconocían con dificultad. Los niños lo tocaban con adoración. Era un héroe que volvía al solar natal.
En la plaza principal, Evaristo lanza su discurso ensayado miles de veces en Luanda:
-          -Compatriotas, soy Evaristo y vengo a traer el desarrollo a esta región. Se ha terminado el socialismo y comienza la etapa de la libre competencia. El gobierno me ha concedido la propiedad de estas  tierras.  Dentro de poco, traeré máquinas y ganado. Los ingenieros que me acompañan, asesorarán para hacer una producción moderna y eficiente.Los parientes aplaudieron. Los viejos callaron, cansados de tantas promesas oídas a lo largo de sus vidas. Los niños gritaron.

     Juan, un aldeano que como Evaristo había sido llevado por el ejército, que había estado en Luanda y en Cabinda. Que había aprendido a manejar las armas y a escribir. Que había vuelto ya hacía varios meses a la aldea. Que vestía como el resto de su gente de esa globalizada forma que incluía camisetas del Barca, gorros con el logo de New York y sombreros con la marca Marlboro, junto al arco y la flecha, la nasa para pescar y las sandalias de neumáticos y el cayambite de clavos de ferrocarril.
Juan, sin elevar la voz,argumentó:
-          Mira Evaristo. No me parece bien que solapadamente hayas solicitado al gobierno los títulos de las tierras que se habían repartido los portugueses, sacándoselas a nuestros antepasados. Nuestros “mais velhos” nos enseñaron que la tierra es de todos los que vivimos acá y sobre todo de los que trabajamos en ella. No me parece bien que pretendas apoderarte de ellas.

Los minutos siguientes fueron de gran tensión. Fue de los momentos vividos en Angola en que temí por mi vida. Junto a Pepe éramos los asesores blancos,


cómplices de Evaristo, que propiciamos la usurpación de las tierras.

Las pocas construcciones con paredes en pie, muestran la dureza de los enfrentamientos 

Tanque sudafricano en el Rio Nhia.


El repliegue hasta la camioneta la hicimos en silencio.
El viaje de retorno dio lugar a algunas sugerencias de Pepe,  de que intentara un regreso a la aldea de una forma más política, con regalos para todos, sin vestimenta tan poco apta para  el campo…

Evaristo no habló. Perdón, si hizo un comentario en el descenso de Gabela hacia Porto Amboim. Noche oscura era cuando una pantera negra cruzó frente a la camioneta:
-          Muy nutritiva…