Cuando estábamos trabajando en Porto Amboim, un día apareció
Evaristo en el campamento. Oficial del ejército, se desempeñaba ahora en una
oficina gubernamental, con asiento en Luanda.
Evaristo posa de "fato" impecable con celular en un lugar sin comunicaciones. En la zona no había puestos de combustibles formales. |
Su deseo era que lo lleváramos a la fazenda que había reclamado.
Lo acompañaban un guardaespaldas y un camarógrafo. Quería ir
a un remoto lugar sobre el rio Nhia, a unos 50 km al Norte de la carretera que unía
Gabela con Quibala.
-Vamos con Pepe, Sebastián Kaka, nuestro motorista y dos más.
Uno de ustedes debe quedarse.
Se lo digo de forma terminante.
Ante la disyuntiva prefirió dejar el guardaespaldas
y no perderse de filmar la aventura, el inedito acontecimiento de la toma de posesión de la fazenda de la
que era flamante dueño.
Salimos a la 6 de la mañana. Estimábamos 6 a 8 horas de
viaje de ida.
Fue un viaje muy lento porque Evaristo se detenía cada pocos
kms. a filmar el paisaje. Eso me
desesperaba ya que con Pepe no queríamos hacer el viaje de retorno de noche en
zonas inhóspitas.
Evaristo había sido sacado de su aldea siendo niño en una
leva del ejército. Se había formado junto a los cubanos aprendiendo a leer y
escribir. Ahora, 20 años después regresaba a su aldea natal.
En Luanda había reclamado la propiedad de las tierras de la
fazenda vecina a su aldea, obteniendo los títulos correspondientes. Regresaba
ahora a la aldea con los papeles flamantes, llenos de firmas y los carimbos a
los que son tan afectos los angolanos.
Durante el viaje, no se cansó de contarnos sus aventuras y sobre
todo a imaginarse el recibimiento triunfal que suponía le esperaba en su aldea.
Los árboles y los animales eran motivos de comentarios. Nos daba nombres de la
flora y de los animales que encontrábamos, señalaba su calidad nutritiva.
Su entrada al poblado se hizo de manera espectacular. La cámara
filmando a Evaristo exultante, luciendo en la mano, un celular que no tenía alcance
apenas se salía de Luanda, un manojo de llaves, símbolo de posesión y fundamentalmente el rollo de papeles que documentaban los títulos.
Evaristo se prepara arribando a la aldea a decir su discurso. Luce en la mano su titulo de propiedad de tierras. Pidió una gamuza para lustrar sus brillantes zapatos de charol |
-
Es Evaristo…!!!
Los antiguos habitantes lo reconocían
con dificultad. Los niños lo tocaban con adoración. Era un héroe que volvía al
solar natal.
En la plaza principal, Evaristo lanza su discurso ensayado
miles de veces en Luanda:
- -Compatriotas, soy Evaristo y vengo a traer el
desarrollo a esta región. Se ha terminado el socialismo y comienza la etapa de
la libre competencia. El gobierno me ha concedido la propiedad de estas tierras. Dentro de poco, traeré máquinas y ganado. Los
ingenieros que me acompañan, asesorarán para hacer una producción moderna y
eficiente.Los parientes aplaudieron. Los
viejos callaron, cansados de tantas promesas oídas a lo largo de sus vidas. Los
niños gritaron.
Juan, un aldeano que como Evaristo había sido
llevado por el ejército, que había estado en Luanda y en Cabinda. Que había
aprendido a manejar las armas y a escribir. Que había vuelto ya hacía varios
meses a la aldea. Que vestía como el resto de su gente de esa globalizada forma
que incluía camisetas del Barca, gorros con el logo de New York y sombreros con
la marca Marlboro, junto al arco y la flecha, la nasa para pescar y las
sandalias de neumáticos y el cayambite de clavos de ferrocarril.
Juan, sin elevar la
voz,argumentó:
-
Mira Evaristo. No me parece bien que solapadamente
hayas solicitado al gobierno los títulos de las tierras que se habían repartido
los portugueses, sacándoselas a nuestros antepasados. Nuestros “mais velhos”
nos enseñaron que la tierra es de todos los que vivimos acá y sobre todo de los
que trabajamos en ella. No me parece bien que pretendas apoderarte de ellas.
Los minutos siguientes fueron de gran
tensión. Fue de los momentos vividos en Angola en que temí por mi vida. Junto a
Pepe éramos los asesores blancos,
cómplices de Evaristo, que propiciamos la usurpación
de las tierras.
Las pocas construcciones con paredes en pie, muestran la dureza de los enfrentamientos |
El repliegue hasta la camioneta
la hicimos en silencio.
El viaje de retorno dio lugar a
algunas sugerencias de Pepe, de que
intentara un regreso a la aldea de una forma más política, con regalos para
todos, sin vestimenta tan poco apta para
el campo…
Evaristo no habló. Perdón, si
hizo un comentario en el descenso de Gabela hacia Porto Amboim. Noche oscura
era cuando una pantera negra cruzó frente a la camioneta:
-
Muy nutritiva…
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