Páginas

18 de diciembre de 2016

Angkor Wat, llegada.

El Tuk-tuk que nos recogió en la improvisada estación de autobuses en Siem Reap, era conducido por un joven camboyano que hablaba y entendía inglés, el inglés elemental que hablan los turistas con los locales.
Meritorio, la necesidad en todas partes  vuelve acto el potencial del hombre.  Pero no solo había aprendido inglés con el turismo, sino también marketing haciendo efectiva la venta de su servicio. Cuidadoso en el manejo de su carga, nosotros. 
Con amplio conocimiento de las necesidades del que llega a visitar tan impresionante obra humana , nos ofrece el servicio de llevarnos durante 3 días a recorrer los templos comprendidos en el complejo arquitectónico de Angkor Wat. Consiguió su objetivo y lo contratamos.

Dardo había estudiado previamente la zona y yo quise descubrirla como un niño que abre los ojos ante un mundo desconocido, quise ver eso sin contaminación de lecturas previas, para poder conocer primero con los sentidos. Luego tendría tiempo de interiorizarme de su historia y las especulaciones que sobre su destino se hacen.

Comenzaré entonces por relatar lo que cada uno de mis sentidos percibió al llegar al lugar de destino.
La vista, impregnada de colores fue fotografiando en la retina las formas, la iluminación y las sombras que esas formas permitían. Como hacer eso sin que la imagen quede invadida por el numeroso público que visita el lugar, difícil al principio, sin embargo hoy a la distancia en la vuelta a casa, donde comienza otro viaje que es el de la memoria, logro rescatar lo esencial de lo observado de lo visto, de lo vivido.

El oído, al llegar, contaminado también por el parloteo idiomático de diferentes lenguas, y los chinos gritando, y los españoles haciéndome sentir familiar, y los franceses que llegan a la región, tal vez, con saudades de sus viejas colonias, y los locales tratando de vender en inglés libros, sombreros, instrumentos musicales, ropas, bebidas para aliviar el intenso calor que se avecina cuando transitamos  hacia el medio día, son parte del sonido de los templos que ya no guardan el silencio sepulcral que quiero imaginar tuvieron otrora. Sin embargo al entrar en algunos lugares, el sonido se vuelve hacia el viento, algunas obras como los muros tallados dejan en silencio a la mayoría y solo algún click de la cámara de fotos se escucha. 

El tacto, estuvo de fiesta cuando trepé escaleras muy escarpadas, los dioses nunca han estado al fácil alcance de los humanos, tocar las piedras ásperas, desgastadas por el tiempo y sus acciones, y deslizar los dedos sobre los muros tallados que en algunos lugares no están protegidos de la curiosidad humana, fue una emoción perdurable.

Esto es solo el comienzo, seguiré contando cada una de las visitas a los templos que más me gustaron.


No hay comentarios :

Publicar un comentario