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3 de mayo de 2006

ARÁNZAZU


Incrustada en las montañas de golpe aparece la magnífica construcción, en el interior la luz y los vitraux cautivan a visitante. La luz parece emerger de la virgen que preside la mesa del altar. Nos reciben los doce apóstoles labrados en piedra ajenos a la visita pero marcando la presencia de los dueños de casa.
Las curvas y los vértices de las construcciones, las ventanas y las pareces del convento muestran claramente la arquitectura vasca.
El paisaje se ve interrumpido magnamente por las construcciones, una armonía rota con otra armonía. La obra humana podría dar pautas de la existencia de un dios.


Esta flor de cardo colgaba de la casona de 500 años de antigüedad donde nos alojamos. Dicen los locales que las mujeres cuelgan esa flor que aparece en otoño en los campos de la zona para cuidar el hogar. Cuidarlo de la envidia, los malos deseos, la brujería se combate con otras brujerías.
Las brujas vascas fueron perseguidas fueron parteras, enfermeras, médicas, casamenteras...ellas ejercieron el poder mediante su sapiencia y en algunas hasta sabidurías.

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